Expansión de los Estados Unidos
La fortaleza de la independencia estadounidense se apoyó firmemente en su inmensidad territorial. Los británicos emprendieron una expedición de castigo contra Washington, que fue incendiada en 1815, pero era obvio que tales intervenciones no podían tener continuidad. Los Estados Unidos habían incorporado la colonia francesa de Luisiana en 1803 y la española de Florida en 1819, adquiriendo una fachada marítima hacia el sur. No obstante, su principal ampliación territorial, mediante guerras contra México, fueron los territorios desde Texas (independizado en 1836, incorporado en 1845) hasta California (Tratado de Guadalupe Hidalgo, 1848). Por añadidura quedaba el inmenso interior continental, que habían explorado Lewis y Clark (1804-1806). La épica del Lejano Oeste fue formando una identidad nacional basada en el individualismo del colono de la frontera, que tras recorrer la pradera en carromato, levantaba su cabaña de troncos y se apropiaba de tanta tierra como pudiera cultivar y defender de los indios. La relación de estos con la tierra no tenía nada que ver con el concepto liberal de propiedad que se impuso por la colonización; privados de ella, se vieron forzados a la reclusión en reservas, no sin lucha (Guerras Indias). Otra figura mitificada fue la de los mineros que acudían a las sucesivas fiebre del oro de California (1849 -los fortyniners-) y Alaska (comprada a Rusia en 1867, y afectada por la fiebre del oro de Klondike en 1897 -descrita por Jack London en Colmillo Blanco-).
El presidente James Monroe enunció en 1823 la denominada Doctrina Monroe (América para los americanos), que promovía el aislamiento continental: ni Estados Unidos intervendría en los asuntos políticos de Europa, ni dejaría que Europa hiciera lo propio en Estados Unidos. Se entendía que el contexto, el momento clave de las guerras de independencia hispanoamericanas, incluía una suerte de extensión de la declaración a todo el continente. La doctrina Monroe, inicialmente defensiva, se acompañó posteriormente de la doctrina complementaria del Destino Manifiesto (es el destino de los Estados Unidos, decidido por Dios, llevar la libertad y la democracia al resto de las naciones del globo), en un verdadero "derecho de intervención" sobre el resto de América, que de forma más explícita se expresó como la Big Stick Policy ("Política del Gran Garrote) aplicada decididamente por Theodore Roosevelt (presidente entre 1901 y 1908), especialmente en la Independencia de Panamá, como consecuencia de la construcción del canal.
El fuerte proceso de industrialización afectó de forma divergente al Norte (liberal y dinámico, receptor de grandes contingentes de emigrantes) y al Sur (conservador y elitista, basado en la agricultura esclavista). La tensión llegó a su punto álgido con la presidencia de Abraham Lincoln, y en 1861 estalló la Guerra de Secesión, en la que se impuso el Norte.
La cultura estadounidense fue conjugando la tradición occidental con los valores autóctonos del "país de frontera", entre la construcción de una épica de identidad nacional (James Fenimore Cooper, El último mohicano; Walt Whitman, Hojas de hierba), y la influencia europea (Edgar Allan Poe, Nathaniel Hawthorne).